Tuesday, March 2, 2010

XXXVIII

No los quiero más cuando me critican. Me sube una sensación como que nunca supimos cómo ver las cosas salvo dulces, maravillosas tetas. Vamos todos a la playa en zunga y comamos de este papel dolido y doblado por tu imaginario que aún en mente me mira y me escupe con razón y sentido quisieron definir el problema y no les salió de un juego para encontrarse solita y vacía, hueca de mordidas que nos ahuyentan a las lobas. Aún desgraciadas –pocos entienden o sienten- ellas encienden un nuevo fuego azul, o verde, tal vez, pero el fuego rojo ya estaba pasado de moda, como los besos en el ombligo esa pelusa. Alfonsina se corta el pelo carré, igual qué linda que sos, qué linda que vas a ser siempre se miraban a los ojos cuando estaban por estornudar del pico. Está re-caliente la cerveza. Maru, la pibita esa, que habla poco. ¡No nos íbamos más! Dame todo ya fue. Te cojo. Callate. Mentira. Mucho cariño en un frasco de ácido, fusionado en el mar con tu abuelo. ¡Al fin jugamos todos! Irene, la de los ojos enormes y nariz colorada por la peste. No me contagien, porfis. Yo quiero amor, dale, nada es tan rico como la baba cuando la querés de verdad es que las esquelas entre enarbolados seres nos enajenan enfrentándonos a la raíz con olor a tierra y lo que no es descentrada libertad sin alas ni cadenas, el viento en el pelo, suelto, libre de ausencias enloqueceremos hasta el martirio de las luces sosegadas por un encanto tenaz y ficticio, mentiroso, de plástico, un conglomerado de inventos para que la lluvia nos pueda sorprender en nuestra propia vida. Te lo pido, por favor, dejáte disfrutarlo.

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