Monday, August 11, 2008

XI.

Le dolía la cabeza de tanto pensar, pero era inevitable. Para volver era tarde, para quedarse no. Él la miraba con cara de orto. No esperes que te responda lo que le pidió su mano y ella buscó monedas en el bolsillo en ese preciso momento del día preferido. Hacer el amor al atardecer. siempre le iba a decir lo mismo qué embole. Todo se repite es una tragedia diaria: despertarte y encontrarte en el mismo piyama, con el mismo olor a lo de la abuelita mágica, de los dulces... y venenos. Y cuando se jubiló descubrió todas las cuentas por pagar. Tarde. Re tarde. Tan tarde que ya ni sueño tenía. (O era el miedo de acostarse?) Y miró "el reloj no marques las horas" cantaba, el tiempo pasaba igual. Blah. No sé si todo el texto atrapa o condena (es lo mismo). Su opuesto: era tan cerradito y circular que me daba bronca no poder sacarle todo el jugo a esta situación. No voy a llorar, sabés que te banco al otro lado de todas estas cuestiones circunstanciales. No te lo merecés, no sos nadie, mejor no te banco nada. :( Y me reí de tu patetismo. Te miré después y entendí que me tenía que ir y venir con la correinte sin rumbo fijo. Naufragar. Como si nada. Y todos nos trasladamos a un submarino amarillo. No digamos nada como nosotros, que pienso que existe pero me lo inventé fantaseando con la posibilidad de volver atrás ya. O de corregir lo que habia hecho, mientras todos los otros miraban, babeaban y se masturbaban quietos en la oscuridad.

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