Monday, August 11, 2008

XII.

Esperaba su llamado tardío. Los jueves la llamaba siempre. La vida del arista manco, cornudo. Te odio con toda mi alma tibio impotente cobarde. Tenía tantas ganas de salir a caminar y encontrar en el colectivo 110, con frío, de madrugada y sola. No te conviene, mejor lo llamo por teléfono y más rápido aunque más doloroso para el otro. Y encima te mira de reojo como si mirarte a los ojos fuese pecado capital. Odiaba, deseaba con lujuria y no podía parecerse en absoluto. Pero podía jugar a que lo tenía en el espejo que reflejaba esa que no era ella, que no conocía, que cogía con ímpetu y violencia, pero poco tacto, y no hubo química. Fue asqueroso. Pero al menos bueno. Ahora que se cague, entonces llené el bolso de cosas que ni me acuerdo el color y me fui lejos. No sé si vuelvo. No sé si estás o no. Ya no interesa. Te deseo todo lo intenso. Ojalá te perturbes. Te deseo intensamente. Se me mezcla de él y de ella dando vueltas por la calle como si no dañaran a nadie siendo siempre los mismos rostros calavéricos y espantosos. Así fue como malenterré todo y me obligué a mi mamá que no para de decirme qué, cómo, cuándo, dónde, por qué y con quién compartirlo ya. Todos exigían. Ella odiaba elgir entre dos cosas que igual no está bien niguna es como vestirte para que te vea sabiendo que hoy no te lo vas a cruzar.

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